 Uno de los instintos más arraigados en el ser humano es la curiosidad, desde aquel primitivo homínido que se acercó a una llama incandescente para comprobar que tipo de efectos mágicos podía tener ese extraño fenómeno, hasta ese glorioso momento lunar envuelto en solemnidad y presentado al mundo con la ya mítica frase "un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad" este instinto sigue intacto, y es que sin él seguramente solo seriamos fósiles enterrados en algún recóndito valle. Esta curiosidad desenfrenada nos ha proporcionado grandes hallazgos, pero es un arma de doble filo, y en algunas ocasiones puede despertar nuestro lado mas cavernícola y vulgar. Y es que en esta nuestra época de desarrollo y prosperidad ha surgido una nueva especie animal mitad buitre estepario mitad mono de feria cuyo único propósito es comer de la carroña que encuentran a su paso para luego vender al público sus pesadas digestiones. Estos oscuros rituales curiosamente han tomado una tonalidad rosa y han manchado el prestigio de este inocente color para varios lustros. Las buenas gentes condicionadas por su innata curiosidad y, porqué no decirlo, por la mediocridad de sus vidas, asisten embelesados a semejante festín.
 Uno de los instintos más arraigados en el ser humano es la curiosidad, desde aquel primitivo homínido que se acercó a una llama incandescente para comprobar que tipo de efectos mágicos podía tener ese extraño fenómeno, hasta ese glorioso momento lunar envuelto en solemnidad y presentado al mundo con la ya mítica frase "un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad" este instinto sigue intacto, y es que sin él seguramente solo seriamos fósiles enterrados en algún recóndito valle. Esta curiosidad desenfrenada nos ha proporcionado grandes hallazgos, pero es un arma de doble filo, y en algunas ocasiones puede despertar nuestro lado mas cavernícola y vulgar. Y es que en esta nuestra época de desarrollo y prosperidad ha surgido una nueva especie animal mitad buitre estepario mitad mono de feria cuyo único propósito es comer de la carroña que encuentran a su paso para luego vender al público sus pesadas digestiones. Estos oscuros rituales curiosamente han tomado una tonalidad rosa y han manchado el prestigio de este inocente color para varios lustros. Las buenas gentes condicionadas por su innata curiosidad y, porqué no decirlo, por la mediocridad de sus vidas, asisten embelesados a semejante festín.Estos individuos alzan en un ejercicio de cinismo la bandera de la libertad de expresión cuando lo que buscan es libertad de agresión, y las buenas gentes en vez de mandarlos a zurrir mierdas con un látigo les otorgan el cómodo trono del liderazgo de audiencia, y todo por 20 minutos de malsana curiosidad. Y mientras el monstruo cotilla y provinciano que todos llevamos dentro se sacia de su comida basura, el poder de nuestras deidades carroñeras va creciendo, traspasando las fronteras de la decencia y la ética profesional. En este mundo de locos su opinión vale más que la de un ministro y sus declaraciones tienen más cobertura mediática que las del Dalai Lama.
Este poderoso lobby va camino de convertirse en una verdadera mafia y ya pocos valientes (o temerarios) se atreven a plantarle cara, pero un servidor quiere aportar su granito en esta revolución silenciosa contra los omnipresentes agitadores de nuestra mala curiosidad. Un saludo.
 
 
 
